Cuando la inspiración llega sin avisar

La inspiración tiene sus caprichos.

Puede surgir mientras friegas platos, en una charla sin gracia o, como me ocurrió hoy, con el mando en la mano frente a un videojuego que no tenía nada de erótico.

Dos brujas con intereses cruzados y una rivalidad que quema: magia oscura, hechizos danzando, tensión palpable… Y de pronto, un chispazo: ¿y si esa tensión eléctrica se transformara en algo mucho más interesante?

Así nació la idea de un relato sobre dos brujas que se detestan con toda el alma hasta que un roce –accidental o no– les revela que, en el fondo, lo que desean es perderse juntas en su torre oscura, a la luz plateada de la luna, sin prisa y sin dejar nada en pie.

Porque el deseo no entiende de enemigos.

Un buen calentón tampoco pide explicaciones.

Y la escritura, cuando llega así, es uno de los placeres más intensos que conozco. Empecé a moldear la historia esta misma tarde y, para qué negarlo, mientras la escribía sentí un calor delicioso recorriendo mi piel.

Sonrisa boba, sensibilidad a flor de piel y la certeza de que esto va a salir muy, muy jugoso. El relato crece: magia, enemistad, toques que comienzan como desafío y terminan en entrega gozosa, vestidos góticos que se deslizan solos y esa corriente eléctrica que solo surge cuando dos mujeres con carácter deciden dejar sus diferencias a un lado… y empiezan a jugar de verdad.

¿Os ha pasado alguna vez? ¿Un juego, una película, una melodía que os puso tan cachond@s que terminasteis escribiendo (o fantaseando) algo completamente distinto?

Contadme en comentarios –nombres opcionales, secretos a salvo. Mientras, la historia sigue tomando forma.

Y cuando esté lista, os la cuento con todo lujo de detalles.

Samantha F. Lewis signature

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